Nuestra Filosofía

"Porque dos son las funciones esenciales de un buen abogado: el consejo y la defensa del cliente. Para ello, sin duda, se requiere la intervención de profesionales con preparación, conocimiento y seria dedicación al Derecho, siendo éste el instrumento que garantiza una convivencia ordenada y pacífica.

La abogacía es una de las funciones más importante a desarrollar en la sociedad. Sin abogados, la justicia no sería posible, porque ellos acercan al ciudadano a la Justicia. Es por ello por lo que se requiere estar a la altura de la responsabilidad que corresponde al abogado.

El buen jurista debe sentirse verdaderamente comprometido con su función. Ser abogado es mucho más que ejercer una profesión, implica estar convencido de que estás desarrollando un servicio esencial para con la sociedad, en defensa de una convivencia en libertad y en fomento de la paz social.

La relación entre cliente y abogado se sustenta en la confianza, confianza que debe generar tranquilidad. Cada cliente es un mundo. No sólo cada cliente es distinto, mereciendo un trato personal y diferenciado, sino, además, los problemas de un mismo cliente no tienen una misma solución. Por ello, se requiere una aproximación vocacional al problema. La proximidad es identificarse con el cliente, hacer su problema el nuestro. El abogado debe identificarse con la causa del cliente, debe tranquilizarlo, darle confianza.

Detrás de una consulta existe un problema. No hay problemas pequeños ni grandes. Defender un caso pequeño es dar verdadero sentido a la Justicia. El consejo exige dar respuesta medida al problema, no creando nuevos problemas sino resolviendo los existentes. El buen abogado no es el que gana un juicio sino el que lo evita. Por ello, resulta trascendente la intervención extrajudicial y la negociación fuera de los Juzgados y sólo acudir a los Tribunales cuando resulte inevitable y necesario.

Para desempeñar de una forma digna y comprometida esa ardua profesión como es la abogacía, se requiere autoexigencia, prudencia, calidad, conocimiento y comprensión. Si se cumple con esas exigencias, podemos decir que se ejerce la profesión con eficacia y seguridad.

El abogado debe perseguir siempre el objetivo de la Justicia. No se debe concebir una demanda, querella o denuncia como instrumento de ataque a los intereses de otros, sino como medio de defensa de los propios intereses. Una mala utilización del Derecho resulta peligrosa y frustrante para aquél que lo ejerce, para un buen abogado. Un mal consejo puede conducir los intereses confiados por vías improcedentes y no deseadas.

La profesión no se puede ejercer de cualquier manera. Por ello, el abogado debe prestar sus servicios con responsabilidad, dignidad, ética, honestidad, honradez, lealtad, diligencia, calidad  y vocación.

Ello exige que no debe nunca un buen abogado dejar la formación apartada y olvidada, pues el conocimiento es la base o pilar de la función del abogado. La formación debe ser permanente y constante toda vez que el derecho es una realidad viva y cambiante. Sin formación, el abogado se anquilosa, envejece en el ejercicio y no es capaz de dar respuestas adecuadas a problemas actuales. Esa formación permanente es, por ello, no sólo una exigencia sino una necesidad. La formación comporta calidad del servicio, calidad que también debe concebirse como necesidad. La formación da conocimiento, el conocimiento la seguridad y la seguridad la calidad en la defensa de los intereses de los clientes.

Somos un equipo de profesionales cualificados y comprometidos. Nuestra filosofía es dar Soluciones donde los demás sólo ven Problemas."

Sebastián Socorro Perdomo.